Espacio dedicado a la expresión momentánea y sin fines de lucro de la pipol. Entiéndase por esto: su arte, su bronca, su delirio, su chiste, su opinión, su miedo, su experiencia...





9 de noviembre de 2010

Sore las causas de la paranoia

Queda desde este momento establecida la posición que tomaremos con respecto a la realidad: no nos gusta... ni nos va a gustar nunca...

Ahora bien, qué vamos a hacer con respecto a la discrepancia? Pues no vamos a dejar, -al menos nos valeremos de todos nuestros esfuerzos para hacerlo- que callen a la pipol. Porque si la vida es así, y no hay nada que hacer, más que quejarse y esperar que algún día venga un ovni lleno de extraterrestres re copados con poderes rarísimos y tecnología re loca para cambiar las cosas de pe a pa, bueno ahí... ahí te quiero ver. Por el momento, dejemos que las voces complementen la sed de ciertos espíritus inquietos.
Uno, como uno, puede que llegue a su casa después de un día no tan agitado como podría llegar a ser un día para algunos, pero si cansador, y encienda la tele porque tiene una ahí en el living, y no sabe bien por qué la tiene, pero en fin, ahí está, y uno simplemente va y la enciende, mientras se calienta la comida en el microondas. Puede que uno, como uno, tenga suerte, y al encenderla se encuentre con una película de culto en algún canal en donde haya finalizado el zapping anterior. Pero también puede que uno no tenga suerte, y lo que la mayoría de las veces sucede, el zapping haya terminado donde naturalmente termina por terminar casi siempre, es decir ningún lugar, y se encuentre con una persona que dice ser una creación de quién sabe qué tipo de ser supremo, que a pesar de confinarlo a miserias rutinarias, lo ama.
Si uno no tiene la suerte, que a veces es tan necesaria, puede que se indigne, que lo haga de verdad, que se le cambie la expresión en el rostro, y si está hablando con alguien, no pueda disimular la agresividad criminal que le brota por los poros, e incluso puede que rompa algún objeto si es de pasaje al acto fácil.
Pero tranqui, es conveniente no sulfurarse ni alterarse, y mucho menos si se está por disfrutar de unos fideos recalentados, ya que como todos sabemos gracias a los doctores, como ese que hizo de la obesidad un show, no es saludable ponerse nervioso para morfar. Además, es al pedo, hacerse mala sangre, como dicen las abuelas. Pero es mas al pedo todavía, enojarse, cuando uno, como uno, se da cuenta de cómo es la cosa. Se puede decir, porque en verdad se puede decir, que ese televisor que está ahí en el living tiene un propósito, o es al menos lo que escuché decir a un paranoico, justamente en un programa de televisión.
Un propósito que no es justamente uno cualquiera -decía el tipo- y pensaba yo si no me estaba dando aviso de lo que me estaba haciendo, como un médico le dice a su aterrorizado paciente: “ahora lo que te vamos a hacer es…” como si explicar la cosa aliviara el miedo.

Bien, decía un propósito, que no es cualquiera, sino uno muy definido: alterar el pensamiento, deformarlo, mejor dicho, moldearlo, hacerle pensar en cosas que tal vez ni siquiera quiere, cosa de mantenerlo lo más alejado posible de lo que pasa en el patio o en la calle, o en algunas oficinas, algunas casas, etc. En síntesis, darle a la gente algo de qué hablar mientras come o camina, o sube en ascensor a su casa.
Porque seamos sinceros, quién se pondría a pensar o a hablar de los romances clandestinos de un presidente de un país ajeno, si no fuera por la televisión? Cómo nuestros pares no nos darían lástima al salir arrastrados de los boliches con las caras ensangrentadas y los cuerpos hincados? Cómo no tendríamos miedo? Cómo no tendríamos bronca?
Lo que es mas, cómo haríamos para indignarnos? Cómo habría necesidad de salir a comprar? Salir a romper? Salir a...? Si no fuera por la televisión?


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